Lucas 15, 1-10. Tiempo Ordinario. Cristo no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores…a nosotros.
Autor: P Clemente González
Del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-10
Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a Él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos». Entonces les dijo esta parábola. «¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las 99 en el campo, y va a buscar la que se perdió hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, la pone contento sobre sus hombros; y llegando a casa, convoca a los amigos y vecinos, y les dice: “Alegraos conmigo, porque he hallado la oveja que se me había perdido.” Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por 99 justos que no tengan necesidad de conversión. «O, ¿qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: “Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.” Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».
Oración introductoria
Dios mío, gracias por cuidar de mí. Porque no eres un Dios lejano, para quien mi vida no cuenta casi nada. Te pido que medite en estos momentos, lo mucho que me amas como Buen Pastor a su oveja.
Petición
Jesús, que en mi vida seas Tú lo primero y lo más importante.
Meditación del Papa
Jesús narra las tres “parábolas de la misericordia”. Cuando “habla del pastor que va tras la oveja descarriada, de la mujer que busca el dracma, del padre que sale al encuentro del hijo pródigo y lo abraza, no se trata sólo de meras palabras, sino que es la explicación de su propio ser y actuar”. De hecho, el pastor que vuelve a encontrar la oveja perdida es el mismo Señor que carga a hombros, con la Cruz, a la humanidad pecadora para redimirla. […] Queridos amigos, ¿cómo no abrir nuestro corazón a la certeza de que, aunque seamos pecadores, somos amados por Dios? No se cansa nunca de salir a nuestro paso, de ser el primero en recorrer el camino que nos separa de Él. El libro del Éxodo nos muestra cómo Moisés, con una súplica confiada y audaz, logró, por así decir, cambiar a Dios del trono del juicio al trono de la misericordia. El arrepentimiento es la medida de la fe y gracias a él se regresa a la Verdad. Benedicto XVI, 12 de septiembre de 2010.
Reflexión
La predicación del Señor atraía por su sencillez y por sus exigencias de entrega y amor. Los fariseos le tenían envidia porque la gente se iba tras Él. Esa actitud farisaica puede repetirse entre los cristianos: una dureza de juicio tal que no acepte que un pecador pueda convertirse y ser santo; o una ceguera de mente que impida reconocer el bien que hacen los demás y alegrarse de ello.
Prostitutas, enfermos, mendigos, maleantes, pecadores. Cristo no vino a llamar a los justos, sino a los pecadores, y por eso, fue signo de contradicción. Llegó rompiendo esquemas, escandalizando, amando hasta el extremo. Jesús se rodeaba de los sedientos de Dios, de los que estaban perdidos y buscaban al Buen Pastor. Esto no significa que el Señor no estime la perseverancia de los justos, sino que aquí se destaca el gozo de Dios y de los bienaventurados ante el pecador que se convierte, que se había perdido y vuelve al hogar. Es una clara llamada al arrepentimiento ya . Otra caída… y ¡qué caída!… No te desesperes, no: humíllate y acude, por María, al Amor Misericordioso de Jesús. ¡Arriba ese corazón! A comenzar de nuevo.
Propósito
Repetiré la oración que me pide el Papa: Dios me conoce, se preocupa de mí. Para que este pensamiento me llene de alegría y penetre intensamente en mi interior.
Diálogo con Cristo
Gracias, Padre mío, por darme a tu Hijo Jesucristo como pastor y guía de mi vida. No quiero tener otro ideal que alcanzar la santidad para gozar plenamente de Ti por toda la eternidad. Confío en tu misericordia, y en el auxilio de la gracia de tu Espíritu Santo, para purificarme y renovarme en el amor.