Pablo Blanco Sarto
PRESENTACIÓN
A mis alumnos
«Ratzinger es sin duda uno de los teólogos más conocidos y más discutidos del siglo XX», ha afirmado un autor italiano. Y parte del XXI, podríamos añadir. Tal vez por esto, Henri de Lubac sostenía que el entonces cardenal bávaro «no tiene miedo de abordar en público ni los temas fundamentales ni los problemas de actualidad, y siempre con calma, sencillez, mesura, gran respeto a las personas y con una sonrisa». Existe un gran número de recensiones –aseguraba un cronista alemán en 1987–, artículos en obras colectivas, conferencias, homilías e intervenciones en la radio. «Solo por la cantidad de intervenciones se puede adivinar por qué interesa a un círculo cada vez mayor de teólogos». Sin embargo él mismo ha declarado al mismo tiempo que no ha buscado elaborar un pensamiento original y propio, como han hecho otros autores del siglo XX: «Nunca he buscado tener un sistema propio ni elaborar mis propias teorías. Quizá lo específico de mi trabajo, si queremos decirlo así, podría consistir en que me gusta pensar con la fe de la Iglesia y eso supone, para empezar, pensar con los grande filósofos de la fe. Significa que no elaboro una teoría aislada, sino lo más amplia posible y siempre abierta a otras formas de pensamiento dentro de la misma fe».
Su teología sería así una con-teología, una teología en diálogo con la Iglesia, la historia y la misma realidad. Joseph Ratzinger –ha escrito por su parte el teólogo canadiense Réal Tremblay– «se encuentra entre los mejores teólogos de nuestro tiempo. Se esté de acuerdo o no con él, su pensamiento ejerce hoy día una fascinación por su amplitud y profundidad, su originalidad y su relación con la vida. Tiene algo del atractivo de las grandes catedrales góticas». Carlo Maria Martini, conocido biblista y hombre de Iglesia, afirmaba que «la orientación del cardenal Ratzinger ante este cambio de época proviene, en primer lugar, de su fe y de su rectitud; en segundo lugar, de su pericia teológica y de su extraordinaria capacidad dialéctica y, en fin, […] de su propia biografía». El teólogo inglés Aidan Nichols, por su parte, acaba su libro sobre la teología de Ratzinger recordando la doble dimensión de tradición y modernidad en la teología de Ratzinger. El salmantino Olegario González de Cardedal concluía con el siguiente veredicto: «La obra de Ratzinger es un diálogo con todo lo que ha acontecido en los años que van desde la clausura del concilio hasta nuestros días».
Al resumir la historia personal del teólogo bávaro en una laudatio académica, observaba Pedro Rodríguez: «Una preclara inteligencia y esa vigorosa manera de hacer teología, antes y después del Concilio Vaticano II, hicieron que Joseph Ratzinger destacara de manera singular en la difícil coyuntura de los años setenta y ochenta [del siglo XX]. Se entiende que Pablo VI lo situara al frente de la Iglesia en Baviera, su patria, y que Juan Pablo II […] encomendara después a este ilustre pastor y teólogo la gravísima tarea que hoy desempeña en la Iglesia». Incluso después de haber sido elegido sucesor de Pedro, sigue siendo uno de los teólogos más conocidos, leídos y escuchados en la actualidad. En esto parece haber un acuerdo unánime. Existe, sin embargo, al mismo tiempo una difundida tesis de que hay un primer y un segundo Ratzinger, mientras autores más recientes insisten en que «la visión teológica de Ratzinger […] ha mostrado una clara continuidad durante más de cincuenta años». Más que entrar en una dialéctica entre progresistas y conservadores, Ratzinger querría más bien ir a los orígenes, back to fundations, como dice Nichols. Reforma, no ruptura: es esta la tesis que queremos probar en estas líneas.