La Ternura de Dios
Carlos Ayxelà
PRESENTACIÓN
«Si tenéis en vuestro corazón celo amargo y rencillas, no os jactéis ni falseéis la verdad. Una sabiduría así no desciende de lo alto, sino que es terrena, meramente natural (…). En cambio, la sabiduría que viene de lo alto es, en primer lugar, pura, y además pacífica, indulgente, dócil, llena de misericordia y de buenos frutos» (Sb 3,15.17).
La misericordia de Dios es la sabiduría que viene de lo alto, la medicina que puede curar el mundo, porque es la única lógica que verdaderamente lo abraza. «Dios es un Padre –¡tu Padre!– lleno de ternura, de infinito amor» –Y los hijos de Dios estamos llamados a acoger esa ternura, y a transmitirla al mundo entero, tan necesitado de comprensión, de perdón, de paz: de esa sabiduría que parece ingenua, pero que es la mirada más lúcida al corazón del hombre, porque es la mirada de Dios.
Este libro quiere ser una ayuda para continuar meditando y encarnando este rasgo central del Evangelio que el Papa Francisco nos ha animado a redescubrir durante el Año jubilar, de modo que la clausura del año Santo no sea un punto de llegada «para pasar a otra cosa, sino un punto de partida para andar con ilusión renovada por el camino de nuestro progresar cristiano». Los escritos que recoge han ido apareciendo en esta web desde el momento en que se abría la Puerta santa en todos los rincones el mundo. Se acercan a la misericordia desde varios ángulos: la misión apostólica, la fraternidad cristiana, el pecado y la penitencia, las obras de misericordia, etc. Desde la Sagrada Escritura, el magisterio del Papa Francisco y de sus predecesores, y las enseñanzas de San Josemaría, aportan elementos para la meditación, y sugerencias para la vida de cada día, porque la llamada a ser «misericordiosos como el Padre» está siempre a la vuelta de la esquina.
La misericordia no es una mirada edulcorada al Evangelio: es el Evangelio, con toda su radicalidad. Con la misericordia, «o se va hasta el fondo o no se entiende nada»: a quien calcula y pone demasiadas condiciones se le escapa el amor como el agua entre las manos. Durante este Año jubilar hemos procurado dejar que Dios dilate nuestro corazón. Ahora se trata de seguir ese camino, porque «la caridad nunca acaba» (1 Co 13,8).
De la mano de Santa María, Madre de la misericordia, vayamos a recoger agua del «pozo de la oración» y de la Reconciliación: a recibir la misericordia «que viene de lo alto», para poder darla después a manos llenas, sin armar ruido, a quienes nos rodean; para llevarles la caricia de Dios.
Carlos Ayxelà (ed.)
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!