La Virgen Nuestra Señora
Federico Suárez
Introducción
La Virgen María es la más perfecta criatura salida de las manos de Dios. Es tan buena, tan sencilla, tan delicada, tan prodigiosamente humilde y pura que se la quiere sin querer.
Su paso por el mundo apenas fue notado por sus contemporáneos. Tampoco nuestras vidas son nada extraordinario, nada que llame la atención. Pero a los ojos de Dios, la Virgen María fue única y su papel en la creación, irreemplazable. Nos la dio el Padre, nos dio al Hijo, se dio al Espíritu Santo. Y alegra el corazón de sus hijos, porque ¡es tan amable y tiene un corazón tan maternal!
Nosotros también contamos para Dios, y tenemos nuestro pequeño papel en el universo, y hasta, en cierto sentido, no se nos puede reemplazar: cada uno es único.
Y quizá la consideración de nuestra Madre del cielo, de su paso por la tierra, nos pueda ayudar a ser lo que Ella fue: la más generosa colaboradora de Dios que haya habido nunca. Porque nuestra vida, si algún sentido tiene, es con referencia a Dios y le viene dado por ese pequeño papel que hemos de desempeñar en la creación, para el cual hemos sido creados y dotados convenientemente.
Poco sabemos, es verdad, de la vida de Nuestra Señora, y realmente no es necesario saber mucho más. Llena de gracia desde el primer instante de su concepción, la vida de la Virgen María es, a la vez, singular y ejemplar. Cierto que no hay otro modelo que Jesucristo; pero, cierto también, jamás ha habido criatura alguna que le haya imitado tan fielmente, que haya reproducido con tanta exactitud la imagen de su Hijo. Y si Dios no quiso entregarnos directamente al Verbo, sino que nos lo dio por medio de la Virgen, ¿no será el mejor camino para la imitación de Cristo el de la imitación de Nuestra Señora?
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