Elisabeth Kübler-Ross
Mensaje de Elisabeth
Todos tenemos lecciones que aprender en el transcurso de este tiempo llamado vida, y esto se hace especialmente patente cuando se trabaja con moribundos. Los moribundos aprenden mucho al final de la vida, generalmente cuando es demasiado tarde para ponerlo en práctica. Después de trasladarme al desierto de Arizona en 1995, el día de la Madre sufrí un ataque que me dejó paralítica. Pasé varios años a las puertas de la muerte. A veces pensaba que la muerte vendría en unas pocas semanas. Otras muchas me sentía defraudada de que no ocurriera, porque estaba preparada. Pero no he muerto porque sigo aprendiendo las lecciones de la vida, mis últimas lecciones. Estas lecciones son las verdades
fundamentales sobre nuestras vidas, son los secretos de la vida misma. Quería escribir otro libro, no sobre la muerte y el hecho de morir, sino sobre la vida y el vivir.
Cada uno de nosotros lleva dentro un Gandhi y un Hitler. Quiero decir, simbólicamente. El Gandhi tiene que ver con lo mejor que hay en nosotros, lo más compasivo, mientras el Hitler se refiere a lo peor que hay en nosotros, nuestras negativas y pequeñeces. Nuestras lecciones en la vida suponen trabajar con nuestra pequeñez, deshacernos de nuestra negatividad y encontrar lo mejor en nosotros y en los demás. Estas lecciones son las tormentas de la vida, y nos convierten en lo que somos. Estamos aquí para sanarnos unos a otros y a nosotros mismos. No una sanación como en la recuperación física, sino una sanación mucho más profunda. La sanación de nuestros espíritus, de nuestras almas.
Cuando hablamos de aprender nuestras lecciones, estamos hablando de deshacernos de asuntos inacabados. Los asuntos inacabados no tienen que ver con la muerte, sino con la vida. Abordan nuestros temas más importantes, como «Sí, he tenido una buena vida, pero ¿he sacado tiempo para vivir de verdad?». Hay muchas personas que han existido, pero que realmente nunca vivieron.
Y gastaron cantidades inmensas de energía en mantener ocultos sus asuntos inacabados.
Puesto que los asuntos inacabados son el mayor problema en la vida, también es el tema principal que abordamos cuando nos enfrentamos a la muerte. Muchos de nosotros dejamos la vida con una gran cantidad de asuntos inacabados; algunos sólo dejan unos pocos. Hay tantas lecciones que aprender en la vida que es imposible asimilarlas todas en el transcurso de una sola existencia. Pero cuantas más lecciones aprendemos, más asuntos acabamos, y vivimos más plenamente, vivimos realmente la vida. Y, sin importar en qué momento morimos, podemos decir: «¡Dios, he vivido!».