Lectura del Apocalipsis
Ugo Vanni
Introducción
Una mirada, aunque solo panorámica, a los estudios del Apocalipsis de estos últimos dos decenios produce la clara impresión de un desarrollo in crescendo. El poco interés por la investigación científica que había lamentado A. Feuillet en 1963, en 1979 aparecía felizmente superado y hoy comienza verdaderamente a realizarse esa era de la apocalíptica –como interés de estudio y de investigación– que ya entonces se podía presagiar. Recorriendo la bibliografía de estos últimos años se nota, en efecto, un constante y creciente interés en todas las ramas de la investigación.
El Apocalipsis –como es bien sabido– no es un texto fácil: un contacto apresurado puede llevar a grandes errores, como se ha visto muchas veces en la historia de su interpretación. Se ha advertido la exigencia de, por lo menos, una primera orientación. Es así como se han hecho muchas aportaciones válidas de tipo introductorio.
Un vez que se ha tomado contacto con el texto, se impone el estudio de toda una serie de problemas que podemos reagrupar bajo la denominación de «aspectos literarios»: se trata del autor de libro y del tiempo de su composición, de la peculiaridad del lenguaje, de la estructura y de otros fenómenos literarios menores. Dado que, cuando se habla de aspectos literarios, se tiene presente un lector que reacciona, entran en este cuadro los aspectos referidos a los destinatarios del escrito: la interpretación de mensaje que se les pide y la resonancia del mensaje en su vida. Todo este abanico de problemas ha interesado en particular a la investigación.
Si bien presentando una originalidad propia e irrepetible, el Apocalipsis no nació en el vacío. Junto a los contactos con el AT, evidentes pero que deben ahondarse bajo muchos aspectos, también presenta problemas la relación con el ambiente judío, con el helenístico, con la situación política y con los posibles modelos literarios preexistentes. Entre estos, la apocalíptica judía sigue ocupando el primer lugar.
En el cuadro amplio y movido de la relación entre el Apocalipsis y su ambiente también ha surgido, desde hace tiempo, y vuelve siempre a proponerse a nuestra atención, su referencia al NT, y en particular al cuarto evangelio. A propósito de esto, existe una notable fluidez de opiniones, e incluso la pertenencia del Apocalipsis a la denominada escuela joánica, generalmente admitida, ciertamente no se puede dar por descontada.
Pero la atención de los estudiosos no se ha limitado a estos intentos de situar adecuadamente el Apocalipsis en su ambiente. El libro ha sido estudiado también desde dentro. Numerosas aportaciones han arrojado nueva luz sobre determinados pasajes, especialmente sobre los más discutidos y disputados, o sobre aspectos temáticos que podemos denominar de teología bíblica. Sobre todo –y este es un fenómeno que se advierte particularmente en estos últimos años, e indudablemente es uno de los más positivos– se ha intentado y se intenta, desde distintos enfoques, comprender y explicar el Apocalipsis en su conjunto: se ha dado un florecimiento de comentarios, con una gama amplia y diferenciada, oscilante entre el nivel científico y el de divulgación pastoral.
El Apocalipsis no solo no ha nacido en el vacío, sino que tampoco ha viajado en el vacío. Su resonancia a lo largo de los siglos se ubica entre las más relevantes de los libros de la Biblia: también este hecho, adecuadamente estudiado y valorado, permite hoy una interpretación de mayor profundidad.
Finalmente, cabe notar la creciente atención prestada a la hermenéutica del Apocalipsis en el impacto directo que el texto ha tenido y sigue teniendo con la vida…
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