Emiliano Jiménez Hernández
PRESENTACION
El Camino Neocatecumenal es una experiencia eclesial de fe, como han testimoniado Obispos y Presbíteros de todo el mundo, allí donde está presente. Lo que ellos han visto no han sido “escritos”, sino comunidades nacidas por la predicación oral, porque hoy, -como en el tiempo de Pablo-, la fe viene “ex auditu“: “la fe viene de la predicación, y la predicación, por la Palabra de Cristo” (Rm 10,17). Por ello, el Camino Neocatecumenal no tiene, en realidad, “escritos”, sino sólo “Orientaciones para los catequistas”, tanto para la fase de conversión como para las otras etapas. De hecho, el Cristianismo no es una religión del libro, sino el encuentro con Cristo resucitado. En el Cristianismo siempre aparece en primer lugar la vida y, sólo después, viene la reflexión y eventualmente su sistematización (Cf. Lc 1,1-4). Moisés desciende del Sinaí con las tablas “escritas por el dedo de Dios” (Ex 31,18); los apóstoles, en cambio, descienden del Cenáculo con el fuego del Espíritu Santo, que les envía a predicar y testimoniar el acontecimiento del que ellos mismo son palabra viviente, carta de Cristo “escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones” (2 Cor 3,3).
Del mismo modo, el Camino Neocatecumenal, es decir, el itinerario de iniciación cristiana que siguen las comunidades neocatecumenales, no es el resultado de una planificación teológico-pastoral, sino un don de Dios, que presenta los mismos rasgos de la predicación apostólica, de aquel “primerísimo modelo apostólico”, al que el Papa invita inspirarse para la nueva evangelización.1 Aparecen primero las comunidades, fruto de la iniciativa gratuita de Dios, que potencia la predicación de Kiko y Carmen (1964) y solamente después, en febrero de 1972, al multiplicarse el número de los equipos de catequistas que deben dar las catequesis iniciales del Camino, se ve la necesidad de darles una ayuda específica.
La forma concreta de hacerlo, que se consideró más adecuada en aquel momento, fue la siguiente: reunir a todos los catequistas de la diócesis de Madrid, y Kiko y Carmen, les dieron “a ellos” una a una cada catequesis, invitándoles a recibirla “para ellos”. Con la experiencia de la catequesis recién oída para sus vidas, quizá con algún apunte escrito tomado por alguno de ellos, pero sobre todo con los textos de la Sagrada Escritura que son pieza fundamental de cada catequesis, los diversos equipos de catequistas se reunían para preparar la catequesis y luego la daban a su vez en la parroquia correspondiente.
Luego, ante la evidente imposibilidad de repetir esa experiencia vez por vez en lo sucesivo, se adoptó entonces la solución que se consideró más adecuada para el fin que se pretendía: transcribir literalmente las cintas magnetofónicas de aquellas catequesis dadas -y de una de las convivencias de final de catequesis que el equipo iniciador del Camino Neocatecumenal había dado el año anterior, concretamente en Barcelona-, ciclostilar el escrito y entregarlo “tal cual” a todos los catequistas del Camino Neocatecumenal como “instrumento orientativo” para la fase de conversión. De ese modo se ponía en manos de los catequistas del Camino Neocatecumenal un material voluntaria y deliberadamente interino, eventual, provisional y precario, pero que, dentro toda una serie de impresiones, inexactitudes, omisiones, ambigüedades e incorrecciones, propias del estilo sencillo y vivaz del lenguaje oral coloquial y circunstancial, encierra una síntesis kerigmática-catequética-existencial de un valor inestimable, que ha dado contrastados frutos en tantas parroquias del mundo entero.