San Juan Pablo II
Conversaciones al filo de dos milenios
MEMORIA E IDENTIDAD
Traducción de Bogdan Piotrowski
Nota del editor
El siglo xx ha sido testigo de acontecimientos históricos que han marcado un cambio decisivo en la situación política y social de muchas naciones, con gran incidencia en la vida de los ciudadanos. Hace ahora sesenta años del final de la guerra que, de 1939 a 1945, involucró al mundo en una tragedia de destrucción y muerte. En los años sucesivos, la dictadura comunista se extendió a diversas naciones de Europa centro oriental, mientras que la ideología marxista se propagaba en otras naciones del continente, así como en África, Latinoamérica y Asia. Además, el paso al siglo xxi se ha visto trágicamente afectado por la plaga del terrorismo a escala mundial: la destrucción de las Torres Gemelas en Nueva York ha sido su manifestación más impresionante. ¿Cómo no ver en todos estos acontecimientos la presencia activa del mysterium iniquitatis?
Sin embargo, junto al mal, no ha faltado el bien. Las dictaduras establecidas al otro lado del «telón de acero» no consiguieron sofocar el anhelo de libertad de los pueblos subyugados. En Polonia, a pesar de la obstrucción del régimen, nació y se consolidó el movimiento sindical conocido como Solidarnosć´. Fue una señal de reanimación que tuvo eco también en otras partes. Y llegó 1989, que ha pasado a la historia como el año de la caída del Muro de Berlín, comenzando rápidamente el desmoronamiento de la dictadura comunista en las naciones europeas en las que había dominado por decenios. El siglo xx ha sido también el siglo en que muchas naciones, desde hacía tiempo bajo régimen colonial, han logrado su independencia.
Han nacido así nuevos Estados que, aun entre condicionamientos y presiones, tienen ahora la facultad de decidir su propio destino. Hay que recordar, además, la institución de varios organismos internacionales que, tras la Segunda Guerra Mundial, han asumido la tarea de salvaguardar la paz y seguridad de los pueblos, comprometiéndose a una distribución ecuánime de los recursos disponibles, a proteger los derechos de cada persona y a reconocer las legítimas aspiraciones de los diversos grupos sociales. Finalmente, no se puede omitir el nacimiento y sucesiva ampliación de la Unión Europea.
Tampoco en la vida de la Iglesia faltaron acontecimientos que han dejado una huella profunda, dando el impulso necesario para efectuar cambios de considerable importancia para el presente y, se espera, también para el futuro del Pueblo de Dios.
Entre ellos descuella sin duda el Concilio Vaticano II (1962-1965), con las iniciativas que puso en marcha: la reforma litúrgica, la constitución de nuevos organismos pastorales, el gran impulso misionero, el compromiso en el campo ecuménico y el diálogo interreligioso, por citar sólo las más destacadas. Además, ¿cómo no valorar todo el bien espiritual y eclesial surgido de la celebración del Gran Jubileo del año 2000?
Testigo de excepción de todos estos acontecimientos es el Papa Juan Pablo II.