Fernanda Rodríguez Games
INTRODUCCION
LAS DINÁMICAS
Las dinámicas de grupo son un instrumento para la animación de los grupos, comunidades, etc. Las mismas no son el centro, ni deben serlo, de una actividad pastoral. Por eso en este libro han sido planteadas como parte de un encuentro en el que también deberá haber momentos formativos y celebrativos. Sin lugar a dudas, la técnica aislada no produce frutos. Es necesario adaptarla a la situación vital de aquellos a los que sea destinada. Las dinámicas de grupo son un recurso especial para llevar a la vida aquello que muchas veces se postula como ideal. Su mismo nombre nos está señalando movimiento, es decir, poner en marcha, sacar de adentro hacia afuera, de uno a otros. Bien aprovechadas, las dinámicas van ayudándonos a armar un proceso de fe en el que es visible el crecimiento personal y comunitario.
EL ANIMADOR
Es aquel que es capaz de cuidar, dinamizar y guiar la vida del grupo. Elegimos este término porque es profundo e integrador. El animador no se limita a preparar el material para la reunión o la clase. Es la persona que toma en cuenta el proceso grupal, que conoce a cada miembro y que es capaz de elegir los medios más adecuados a sus situaciones de vida.
El animador es el que también mantiene la mirada en el horizonte que se han propuesto como comunidad. Esto le permite estimular, mediante las actividades seleccionadas, el caminar hacia la meta.
Ligado a la vida, más que a la organización, es una persona de interioridad y oración. Sabe buscar razones y sentidos más allá de los hechos superficiales. Por eso, el animador integra en su acción la fe y la vida de manera natural.
En sí es referente y formador del grupo. Aunque deberá discernir constantemente entre su rol y la autonomía y protagonismo de todos los miembros (cf. Gabriel Rodríguez, Guía práctica del animador grupal, Buenos Aires, Paulinas, 1996).
LOS PARTICIPANTES
Denominamos de esta manera a los miembros de un grupo, porque queremos destacar su rol de protagonistas. Cada dinámica o trabajo propuesto requiere de la participación de todos. Para poder sacar frutos de cada actividad motivadora es necesario involucrarse en ella. Al revés de lo que puede pasar en una conferencia o clase expositiva, las dinámicas de grupo son un disparador para que el verdadero contenido sea aportado por quienes las trabajan. De este modo, ninguna dinámica es la misma aunque se repita varias veces. Cada persona aporta su originalidad, construida con su historia, su forma de ser, su presente.
Participar de una dinámica compromete no sólo la tarea que se pide, sino el poder sacar de cada uno lo mejor, lo más rico. Ese tesoro interior que guarda nuestra identidad de seres trascendentes, solidarios con la vida y con necesidad de detener la marcha para volver a descubrir cuál es nuestro horizonte.
Trabajar desde uno mismo conlleva riesgos, podemos sentirnos expuestos o demasiado comprometidos, pero en el fondo no es otra cosa que darle a lo que trabajaremos la impronta de lo vital.