Orar con el Evangelio de Lucas
P. Antonio Danoz
Introducción
Dios es Palabra de vida
“En el pasado muchas veces y de muchas formas habló Dios a nuestros padres por medio de los profetas. En esta etapa final nos ha hablado por medio de su Hijo” (Heb 1,1). Su Palabra se ha hecho tan real y viva, que plantó su tienda en nuestra humanidad y habitó entre nosotros (Jn1,14).
En el documento sobre la Palabra de Dios, Vaticano II recuerda que “la Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo…; nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la palabra de Dios” (DV 21).
Es necesario que florezca en todos “aquel amor suave y vivo hacia la Sagrada Escritura”…, de suerte que la Sagrada Escritura se convierta realmente en la principal fuente de la oración cristiana” (Const Laudis canticum 8).
Lectura orante de la Palabra de Dios
Por otra parte, el Vaticano II indica que “a la lectura de la Sagrada Escritura debe acompañar la oración, para que se establezca un coloquio entre Dios y la persona humana, pues “a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras” (DV 25). Por este motivo, el concilio “recomienda insistentemente a los fieles…la lectura asidua de la Escritura para que adquieran la ciencia suprema de Jesucristo, pues desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo” (DV 25).
La Palabra de Dios ha de ser leída y escuchada. Pero también ha de ser orada, contemplada y asimilada. Con la ayuda del Espíritu Santo esta Palabra es acogida, interpretada con fidelidad, meditada, contemplada, transmitida a la Iglesia y al mundo.
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