María Luisa Sánchez Vinader
Por qué leer la Biblia, cómo leerla y claves para su interpretación
INTRODUCCIÓN
El silencio de Dios
Todas las personas, a lo largo de nuestra vida, experimentamos momentos de angustia, de desconcierto, de vacío y de miedo. No vemos a Dios por ninguna parte. Lo buscamos, nos dirigimos a una Iglesia y preguntamos: “Señor ¿qué quieres de mí? ¿Cómo puedo soportar esta carga en mi vida? ¿Qué va a ser de mí, de mi hija o de mi madre anciana?”
Estas y muchas otras preguntas resuenan en nuestro interior. Y entonces, surge la duda y la impotencia que nos hace exclamar con fuerza y desesperación: “¿POR QUÉ DIOS NO ME RESPONDE?”. Y sentimos EL SILENCIO DE DIOS.
Este “silencio” tal vez pueda ser una de las cruces con la que tengamos que cargar durante un espacio de tiempo más o menos largo: la “noche oscura del alma”, como dice San Juan de la Cruz. Sin embargo, el Señor se dirige a nosotros de muchas maneras. Sale a nuestro encuentro como el enamorado que sigue a su amada y se hace el encontradizo en la esquina del bar o en la plaza. En ocasiones, le manda una carta y en otras, le dedica una poesía. De una forma parecida busca y ama Dios el alma de cada persona y también, de una forma parecida ama al pueblo elegido y a su Iglesia. Expresión de esa búsqueda y de ese amor apasionado son los versículos del Cantar de los Cantares, uno de los libros más singulares de la Biblia.
Eso hace también el Señor contigo; te ama tanto, que lleva tu nombre tatuado en la palma de su mano:
(…) ¿Es que puede una mujer olvidarse de su niño de pecho,
no compadecerse del hijo de sus entrañas?
¡Pues aunque ella se olvidara, Yo no te olvidaré!
Mira: te llevo tatuada en las palmas de mis manos…
Is 49,14-16
En la Jornada Mundial de la Juventud de 1999, el 6 de enero, San Juan Pablo II se dirigía a los jóvenes en estos términos:
Dios os ha amado primero, acoged su amor. Permaneced firmes en esta certeza, la única capaz de dar sentido, fuerza y alegría a la vida: su amor nunca se apartará de vosotros y su alianza de paz nunca fallará. Ha tatuado vuestro nombre en las palmas de sus manos.
Él te ama y te habla de múltiples formas. A veces, a través de un acontecimiento de la vida que no tiene por qué ser halagüeño, pero que te hace caer en la cuenta de que sólo si te acercas a Él, puedes salvar tu vida y tu alma. En otras ocasiones, la palabra de un amigo o el sermón de un sacerdote te invita a reflexionar.
Lo cierto es que DIOS HABLA. Y, por si fuera poco, ha dejado SU PALABRA en la SAGRADA ESCRITURA. Nos lo dice el queridísimo papa Benedicto XVI:
En la XII Asamblea sinodal, Pastores provenientes de todo el mundo se reunieron en torno a la Palabra de Dios y pusieron simbólicamente en el centro de la Asamblea el texto de la Biblia, para redescubrir algo que corremos el peligro de dar por descontado en la vida cotidiana: “ el hecho de que Dios hable y responda a nuestras cuestiones”.
Exhortación apostólica Verbum Domini, 4