P. Hugo Estrada
PARA MÍ, ¿QUIÉN ES JESÚS?
Hace más de 500 años que el evangelio llegó a las tierras latinoamericanas. Con la espada del conquistador también vino la cruz de Jesús. Después de tantos años, ¿qué es lo que encontramos de cristianismo?. Es algo alarmante. Si alguien va a un centro yoga. Ve una imagen del DIVINO MAESTRO. Pero ese «divino maestro» de los centros yogas no predica lo mismo que el Jesús del evangelio. En los centros espiritistas hay cuadros del sagrado corazón, veladoras y candelas; pero el espiritismo está expresamente prohibido en el capitulo 18 de deuteronomio, en la biblia. Muchos jóvenes hablan de Jesús, tienen «posters» de Jesús, entonan canciones de Jesús; pero no siguen la moral de Jesús en lo que respecta a las relaciones prematrimoniales. En la Universidad San Carlos de Guatemala, pintaron un enorme mural del Che Guevara; había un letrero que decía: «el Che si, Jesus no». Más del noventa por ciento de los universitarios se profesan cristianos; pero no fueron capaces de pintar un mural más grande en el que se leyera: Jesus, si. Nuestras familias pacíficamente se llaman cristianas; pero no se reza en familia, por lo general; no son familias de sacramentos, sino cristianos ocasionales.
Mucho de lo que se llama «religión» es una mezcla de paganismo y cristianismo, de superstición y religión. Este triste tablero de lo que llamamos cristianismo latinoamericano es alarmante desde todo punto de vista.
Jesús, después de haber predicado y hecho milagros, cuando ya estaba cercano a su pasión, les hizo una pregunta quemante a SUS apóstoles: Ustedes ¿qué piensan de mí? (Mt 16, 15). La pregunta era de suma importancia; los tres evangelistas sinópticos la dejaron consignada en sus evangelios. Esta pregunta es básica para todo cristiano. En medio de un sin número de teorías e hipótesis acerca de Jesús, el cristiano debe preguntarse: Para mí ¿quién es Jesús?
Cuando el Señor les formuló esta pregunta a sus apóstoles, Pedro, inspirado por Dios, contestó: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios (Mt 16, 16).
Hasta que no haya brotado esta respuesta del corazón de cada uno de nosotros, no podemos estar tranquilos. Debe brotar del corazón. No sólo de la mente.