Padre Flavio Cavalo de Castro
Una guia práctica para el diálogo en el matrimonio
PRESENTACIÓN
“Conversamos casi todos los días sobre asuntos cotidianos de nuestra familia, de modo que no vemos necesidad de establecer un encuentro extra para un ‘diálogo formal’ entre nosotros”. Si así es como piensas, este libro te va a interesar, pues es fruto de la experiencia, del camino recorrido en la convivencia y acompañamiento de grupos de parejas y familias de un sacerdote y maestro en Teología, el P. Fia vio Cavalo.
En este libro se han desarrollado herramientas para el diálogo conyugal con una sensibilidad fuera de lo común, con un estilo al mismo tiempo didáctico y poético, para propiciar una lectura fácil, agradable y de provecho eficaz.
Partiendo del principio de que el matrimonio es diálogo, en cuanto que está constituido por una comunidad de personas, se confirma que es sólo a través del diálogo como el amor se alimenta y permite una liberación interior, en la cual el hombre y la mujer se revelan, se comprenden y se abren para acoger el misterio y el don del uno al otro. Muestra, de modo muy vivo, que el diálogo de la pareja cristiana cuenta siempre con una tercera persona, Jesucristo, presencia real, cierta y amiga que atrae a los cónyuges entre sí y los enlaza a uno en los brazos del otro, capaz de transformar las realidades de la vida matrimonial en señal de salvación. Por fuerza del sacramento del matrimonio, el diálogo entre marido y mujer se transforma en una manera de escribir una nueva traducción del Evangelio, en el idioma propio y secreto de los que se aman.
Cavalo de Castro, hábil consejero espiritual, no se limita a discurrir sobre la importancia fundamental del diálogo como comunicación vertebral del amor conyugal, sino que cuida también de transmitir pistas preciosas para concretar esta vivencia, por medio de orientaciones prácticas que parten de la elección del mejor momento y ambiente para el diálogo y que llaman la atención para establecer las “reglas del juego” en el hablar, abrirse, preguntar, responder y decidir. En esta perspectiva, aparece con naturalidad un desafío, que es lanzado con el propósito de romper con la rutina: dialogar con sinceridad plena, con el fin de abandonar todas las máscaras, al desnudo total, sin ningún límite.
Recomendamos, pues, a todas las parejas la experiencia del verdadero diálogo conyugal, vivido con regularidad.
De sobra sabemos que esta tarea puede presentar dificultades, pero todos pueden sacar de estas páginas el auxilio imprescindible para conseguir el éxito anhelado, haciendo de las piedras del camino, el camino de las piedras.
INTRODUCCIÓN
En un texto de 1945, el padre Henri Caffarel, iniciador de los Equipos de Nuestra Señora para parejas, escribió: “No creo estar haciendo un juicio arriesgado si afirmo que las mejores parejas cristianas, que jamás faltan al deber de arrodillarse, cometen muchas veces el pecado de no sentarse”. Esta propuesta de un diálogo conyugal todos los meses fue asumida por las parejas del equipo. De ahí en adelante pasaron a hablar del “deber de sentarse”, como paralelo indispensable al “deber de arrodillarse”.
La dirección nacional del Movimiento de los Equipos de Nuestra Señora me pidió un texto sobre este diálogo conyugal, que puede ser útil también para otras parejas. Pensé luego en la conveniencia de un texto escrito por una persona casada o por una pareja.
Acepté la invitación sólo después de haber encontrado que, sin estar casado, podría aprovechar todo lo que oí y aprendí en estos años de convivencia con tantas parejas, sin quedarme limitado por mi propia experiencia personal. Además, mi posición de espectador podría incluso garantizarme una libertad mayor para poder hablar sin el miedo de recibir reproches.
Sólo me resta agradecer lo que me enseñaron tantas personas, principalmente las parejas. Para escribir me bastó recordar lo que contaron muchas veces. También le debo un favor especial a la pareja de Gracia y Eduardo Barbosa, de Puerto Alegre (Brasil), que leyeron el texto y me ayudaron con sugerencias. Si el texto fuera útil a las parejas, valió la pena, estoy recompensado. Y que Dios los ayude.
Padre Flavio