Niels Christian Hvidt
Prólogo de Joseph Ratzinger, Benedicto XVI.
Traducido del idioma Inglés por: María del Carmen Gilabert
Prólogo
¿Qué es un profeta? Un profeta no es un adivino; el elemento esencial del profeta no es la predicción de acontecimientos futuros. El profeta es alguien que dice la verdad con la fuerza que le otorga su contacto con Dios, la verdad para hoy, que también, naturalmente arroja luz sobre el futuro. No se trata de contar el futuro con detalle, sino de traer la verdad de Dios presente en este momento y de indicarnos la dirección correcta. En lo concerniente a Israel, la palabra del profeta tiene una función particular en tanto la fe es esencialmente entendida como esperanza en lo que vendrá: una palabra de fe es siempre la realización de la fe, esencialmente en su estructura de esperanza, porque conduce a la esperanza y la mantiene viva. Es igualmente importante subrayar que el profeta no es apocalíptico, aunque pueda parecerlo. Esencialmente, no describe las últimas realidades pero nos ayuda a comprenderlas y a vivir la fe como esperanza.
Aun si, en cierto momento, el profeta debe proclamar la Palabra de Dios como si fuera una filosa espada, no necesariamente critica el culto organizado ni las instituciones. Su mandato es contrarrestar el malentendido y el abuso de la Palabra dentro de la institución haciendo siempre presente el llamado vital de Dios. Sin embargo, sería un error malinterpretar el Antiguo Testamento como si la Ley y los profetas estuvieran dialécticamente opuestos. Dado que ambos vienen de Dios, ambos tienen funciones proféticas. Estimo de gran importancia esta consideración pues nos conduce al Nuevo Testamento. Al final del Deuteronomio, Moisés es presentado como profeta y él mismo se presenta como tal. Él dice a Israel: “Dios les enviará un profeta como yo”. ¿Qué significa “un profeta como yo”? Nuevamente, de acuerdo al Deuteronomio -y creo que éste es el punto decisivo- Moisés particularmente parte del hecho de hablar con Dios como con un amigo. Yo me inclino a ver la raíz del elemento profético en ese “cara a cara” con Dios, en ese “hablar con Él como con un amigo”. Sólo en virtud de este encuentro directo con Dios el profeta puede hablar en determinados momentos del tiempo.
La Revelación alcanza su meta con Cristo porque, con las bellas palabras de San Juan de la Cruz: “Cuando Dios ha hablado en persona no hay nada más que agregar”. Nada más puede ser dicho sobre el Logos. Él está con nosotros de una forma completa y Dios no tiene nada más grande que darnos que Él mismo o qué decirnos que su Palabra. Pero esta totalidad de Dios que se da a sí mismo -esto es que Él, el Logos, está presente en la carne- también significa que debemos penetrar este Misterio continuamente. Y esto nos devuelve a la estructura de la esperanza. La venida de Cristo es el comienzo de un conocimiento en constante profundización y en un gradual descubrimiento de lo que, en el Logos, nos está siendo dado. Por lo tanto, una nueva forma de conducir al hombre a la verdad total queda inaugurada. Como Jesús dice en el Evangelio de Juan, el Espíritu Santo descenderá. Yo creo que la Cristología pneumatológica2 del discurso de despedida de Jesús es muy importante para nuestro tema, dado que Cristo explica que su venida en la carne era sólo el primer paso. La verdadera venida ocurrirá cuando no esté ligado a un lugar limitado, a un cuerpo, sino cuando Él venga para todos nosotros en el Espíritu como el Resucitado, por lo que entrar en la verdad puede adquirir más y más profundidad. Me parece claro que -considerando toda la vida de la Iglesia, que es el tiempo en que Cristo viene a nosotros en Espíritu y que está determinada por esta Cristología Pneumatológica-, no podemos permitir que la esperanza y la atracción del elemento profético falte o se desvanezca. A través de los carismas, Dios reserva para sí el derecho a intervenir directamente en la Iglesia para despertarla, advertirla, promoverla y santificarla. Yo creo que esta historia carismático-profética atraviesa todo el tiempo de la Iglesia. Está siempre allí especialmente en los más críticos momentos de transición.
Niels Christian Hvidt ha trabajado durante varios años en el tema de la profecía Cristiana en el marco de la teología fundamental. Esta disertación doctoral es el fruto de sus investigaciones y aporta muchas nuevas ideas en este tema complejo pero vital. Los Padres de la Iglesia sabían que el Cristianismo no podía ser el estadio final de la salvación sino una fase intermedia entre la Encarnación y su glorioso Retorno. Esta realización y lo que ello implica para la verdadera naturaleza del Cristianismo necesita una ulterior elaboración y Niels Christian Hvidt realiza una importante contribución a tal fin.
En la parte histórica del trabajo, Hvidt muestra que el llamado profético de Dios por medio de los profetas aparece a través de toda la historia de la Iglesia. En su exposición sobre teología fundamental, Hvidt investiga entonces el propósito y precondiciones de la profecía Cristiana a la luz de los desarrollos en los últimos 50 años de teología de la Revelación, que ha dado nuevo ímpetu a la discusión sobre profecía Cristiana. De esta forma ofrece una nueva forma de ver la actualización de la Revelación, especialmente en la vida misma de la Iglesia, lo que -de un modo muy interesante- demuestra con investigaciones sociológicas. La profecía está permanentemente desafiada por la falsa profecía, hecho que siempre ha representado la mayor amenaza al don de profecía. Los criterios que Hvidt presenta para discernir la profecía son, por lo tanto, vitales.
Con su discusión, Niels Christian Hvidt ha ollado nueva tierra teológica y con eso ha efectuado contribuciones importantes al tema que necesitaba un pensamiento de mayor alcance. Auguro a este libro muchos lectores atentos.
Cardenal Joseph Ratzinger