Puedes volar como las águilas
Leo J. Trese
La santidad es para ti
Probablemente estés acostumbrado a pensar que eres un «católico medio». No hay por qué lamentarse de ello. Vas a Misa cada domingo, haga frío o calor, con dolor de cabeza o sin él. Recibes la Sagrada Comunión cada semana. Te confiesas cada mes o con una frecuencia mayor. Rezas todos los días. Te sientes vinculado a tu parroquia. Tienes tus devociones personales. Contribuyes generosamente a las colectas parroquiales y diocesanas. Has ayudado a construir un colegio católico y continúas pagando para su mantenimiento. Lees libros de religión y publicaciones católicas, ocasionalmente al menos.
En muchos países del mundo, incluso en algunos de los llamados «católicos», no estarías considerado como un católico medio. Se diría de ti que estás cerca de la santidad. Porque, cuando hablamos de promedios, es importante saber dónde empieza la graduación. Un niño que ocupe un puesto medio en un colegio para superdotados estaría muy por encima del mejor en otro para subnormales. De modo similar, un católico medio en nuestro país ocuparía un lugar por encima de la media en los países, donde -por ejemplo- no más del 20 por 100 de los católicos van a Misa algún domingo y un porcentaje aún menor lo hace todas las semanas.
Esto no es para animarte a que te sientas satisfecho. Si fueses un católico «satisfecho» no estarías en la media. Una de las más alentadoras características del católico medio es que se siente espiritualmente insatisfecho. Sabe, y se repite a sí mismo, que no es tan bueno como debería ser ni como podría ser. Desgraciadamente, retrasa con frecuencia el esfuerzo necesario para subir un escalón más, pero -por lo menos- siente dolor por no haber dado aún el salto.
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