Jesús Gil & Enrique Muñiz
Presentación
Aquel sacerdote de 73 años, padre de una gran familia espiritual, tomó la pluma y comenzó a escribir una carta a sus hijos. Lo hacía con frecuencia: eran cartas de familia, entrañables, en las que les abría su corazón. Antes de escribir, pensó en ellos: se encontraban repartidos por toda la tierra: blancos, negros, amarillos, cobrizos… Hombres y mujeres de todas las profesiones, de todos los ambientes sociales y de todas las culturas.
Queridísimos: ¡que Jesús me guarde a mis hijas y a mis hijos!
Os escribo con el fin de rogaros que el próximo 28 de marzo, 50 aniversario de mi ordenación sacerdotal, recéis de modo especial por mí —invocando como intercesores a nuestra Madre Santa María y a San José, nuestro Padre y Señor—, para que yo sea un sacerdote bueno y fiel.
No quiero que se prepare ninguna solemnidad, porque deseo pasar este jubileo de acuerdo con la norma ordinaria de mi conducta de siempre: ocultarme y desaparecer es lo mío, que solo Jesús se luzca.
Aquella frase —ocultarme y desaparecer es lo mío, que solo Jesús se luzca— era la autobiografía condensada de toda su vida.
Se llamaba Josemaría Escrivá de Balaguer y había nacido en 1902, en el Barbastro sereno y provinciano de la España de comienzos del siglo XX.