¿Qué ves en la noche?
Luis Santamaría del Río
I. Jesús de Nazaret: entre los Evangelios y las conspiraciones
Evangelios y conspiraciones
15 de mayo de 2006
Si algo podemos destacar en el panorama literario de comienzos de este siglo XXI es el éxito que ha tenido la novela de Dan Brown El Código Da Vinci. Además, en este mes de mayo asistiremos, con bombo y platillo, a su adaptación cinematográfica. Hace poco nos enterábamos, gracias a los medios de comunicación, de la denuncia por plagio que dos de los autores del ensayo El enigma sagrado interpusieron contra Brown. Claro está, el resultado fue la absolución, ya que decir que Jesús de Nazaret tuvo descendencia con María Magdalena, llamar Santo Grial a esos vástagos y decir que se perpetuaron en la dinastía merovingia, además de meter ahí un poco a templarios, masones y el Priorato de Sión, es patrimonio de la humanidad, según parece. Ah, y sin olvidar a la malvada mafia vaticana, que miente, roba y asesina lo que haga falta, con tal de conservar el poder omnímodo de la Iglesia católica, amenazado por tales secretos. ¡Cuántos libros – tan poco serios – se han publicado en estos treinta últimos años sobre estos temas!
En este ambiente cultural-popular de novelas y ensayos, y de cuestiones “ocultas” relacionadas con el cristianismo y sus Escrituras, resulta que National Geographic estrenó el pasado Domingo de Ramos (¡qué casualidad!) un documental sobre El evangelio prohibido de Judas, precedido por su presentación pública en exclusiva mundial, en Washington y en su prestigiosa revista. Éxito asegurado. De hecho, no es el primer escrito de este tipo presentado como las enseñanzas ocultas (y verdaderas) de Jesús. En éste, en concreto, se presenta a Judas Iscariote como el verdadero discípulo de Cristo, y el que cumple su voluntad entregándolo a las autoridades para que lo crucifiquen. Así se desprendería del cuerpo, que es la cárcel del espíritu para los gnósticos. Porque de esto trata este texto escrito en copto: es un evangelio de los gnósticos, una herejía de los primeros tiempos del cristianismo, la más importante.
¿Y qué tiene que ver una cosa con la otra, el Código con el evangelio? Una cita de la novela de Brown nos ilustra suficientemente: “Constantino encargó y financió la redacción de una nueva Biblia que omitiera los evangelios en los que se hablara de los rasgos ‘humanos’ de Cristo y que exagerara los que se acercaban a su divinidad. Y los evangelios anteriores fueron prohibidos y quemados. […] Algunos de los evangelios que Constantino pretendió erradicar se salvaron. […] Además de contar la verdadera historia del Grial, esos documentos hablan del ministerio de Cristo en términos muy humanos. Evidentemente, el Vaticano, fiel a su tradición oscurantista, intentó por todos los medios evitar la divulgación de esos textos”. Y el autor se queda tan ancho. Claro, es una novela, puede afirmarse. Pero millones de personas leen esto acríticamente y, una vez que han tragado el anzuelo, son clientes potenciales de todo este tipo de literatura histórica-espiritual-esotérica. Basta con ver las portadas y leer las contraportadas de tantas y tantas ediciones de los escritos apócrifos para entender su finalidad comercial. Sin ir más lejos, y volviendo al cine, en la película Stigmata (1999) ya se afirmaba que el Vaticano ocultaba a la luz pública el Evangelio de Tomás, decisivo para su propia existencia… cuando la verdad es que este texto ha sido traducido e investigado arduamente por autores católicos (entre otros, por Ramón Trevijano, de la Universidad Pontificia de Salamanca).
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