¿Quién es Jesús?
Jesús Martínez García
Introducción
Todos cuantos conocieron a Jesús hace veinte siglos en Palestina se hacían la misma pregunta: ¿quién es este hombre?, ¿de dónde ha salido? La gente deseaba conocerle y cuantos le escuchaban quedaban admirados de su personalidad y de sus enseñanzas.
Hoy como ayer su figura sigue despertando interés y nadie que tiene noticia suya queda indiferente. A lo largo de los siglos a muchas personas les ha apasionado este hombre y su mensaje, hasta el punto de dar la vida por él, ¿por qué esto? ¿Y por qué se apasionan también los que afirman que está muerto? ¿Qué tenía aquel Jesús que murió hace tanto tiempo que tanto interés despierta? Es que no está muerto, está vivo.
En los últimos años se ha escrito mucho sobre Jesús y no pocas veces interpretando de una manera subjetiva -de forma novelesca e incluso grotesca- su vida y sus palabras. Quien lea esas publicaciones, aparte de otras consideraciones, tiene que saber que lo que está leyendo es fruto del ingenio del que escribe y, por tanto, no debe pensar que las cosas ocurrieron tal como las han imaginado esos novelistas.
Asimismo se siguen publicando libros en los que se critica la historicidad de los evangelios, alegando que no pudieron suceder así los acontecimientos y se ofrece al público «lo que deberían haber dicho los evangelistas».
Como es sabido, hasta el siglo XIX nadie había dudado del contenido de estos relatos, pero debido a la influencia del pensamiento ilustrado que puso en duda toda religión como si fuera algo supersticioso y mítico, la escuela «histórico-crítica» negó la veracidad de casi todos los episodios evangélicos y criticó todo lo que en ellos pudiera aparecer como sobrenatural, explicando cada hecho por otras categorías que habría que tener en cuenta según la mentalidad y los usos de la época. Concluían diciendo que Cristo fue un hombre normal, incluso un inconformista, al que la imaginación de los cristianos atribuyó ser el Mesías divino.
Como reacción, R. Bultmann, pastor protestante y acérrimo defensor de la fe fiducial, sostuvo hacia 1920 que lo importante en el cristianismo es conocer al «Cristo de la fe», lo que la fe enseña sobre Jesús, es decir, que es el salvador; lo demás -conocer su vida histórica- es una tarea inútil porque no sirve para la salvación y, además, una tarea imposible de realizar.
Explicaba que la investigación de la historia de Jesús es imposible de hecho, puesto que los evangelios no fueron escritos por testigos oculares sino que fue una elaboración de la comunidad creyente. Los evangelios -según él- no nos informan de la vida de Jesús, sino de un «kerigma», una profesión de fe que propone una visión de nuestra vida. Además, al descubrir que los evangelios no eran obras unitarias, sino un conjunto de piezas separadas (o «formas»), interpretó que eran unos cuentos o leyendas que se formaron en torno a Jesús. Por lo que concluía que es imposible saber nada de la vida y personalidad de aquel hombre, y lo que podemos conocer sólo es la fe de aquellas comunidades: el Jesús en el que creían.
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