Patricio Grandón Z
En la carta de Juan Pablo II, con motivo de la celebración del Octavo Centenario del Nacimiento de San Antonio, nos encontramos con una muy sugerente invitación a “difundir un conocimiento adecuado del santo taumaturgo”. El acento puesto en el “conocimiento adecuado” se torna toda una suerte de desafío a mirar, y a comprender, a Antonio de Padua desde otra perspectiva, buscando poner de relieve, según parece, los elementos propios del “Antonio de la historia“, como una forma de completar, y mejor comprender, en la perspectiva de una visión más integral e integradora, la tan conocida y difundida imagen del “Antonio de la piedad y la devoción“. Visión que para nuestra sensibilidad actual suele aparecer como demasiado legendaria y con rasgos hasta increíbles, pero que sin embargo tiene un profundo arraigo y relevancia en la piedad popular y en la fe sencilla del pueblo creyente de todas partes del mundo, tanto dentro como fuera del mundo cristiano.
Sin desconocer la fuerza, y significación profunda, de la imagen del “Antonio de la piedad y la devoción”, quisiera intentar una lectura, y consecuentemente una interpretación, más por el lado del “Antonio de la historia”, pero no con la cualificación del investigador científico, que no poseo, ni con la perspectiva de la crítica historiográfica, que desconozco, sino más bien con la óptica de un “lector atento” que desarrolla algunas intuiciones, que hace algunas preguntas y que intenta establecer algunas simples relaciones entre los hechos y sus posibles significados, en términos de lo que se puede considerar como espiritualidad y pensamiento de San Antonio de Padua.