San Benito y La Teología de La Vida Religiosa

­­P. EDUARDO GHIOTTO

La celebración de los 1500 años del nacimiento de San Benito de Nursia (480-547) constituyó una ocasión muy favorable para reflexionar sobre los valores y la actualidad del monacato en general dentro de la vida de la Iglesia y para recordar las líneas fundamentales del pensamiento y del mensaje del que ha sido llamado “Patriarca de los monjes de Occidente”.

Durante el año jubilar de 1980 ha aparecido una serie de estudios sobre la Regla de San Benito (RB) y hemos recibido también la orientación del Santo Padre, Juan Pablo II, que en diversas ocasiones dirigió su palabra a los monjes y monjas, que siguen la tradición monástica benedictina. Recordamos sobre todo la Carta Apostólica “Sanctorum Altrix”, del 11 de Julio de 1980 y el discurso del Santo Padre en Nursia (Os. Rom. 30/3/80) así como la homilía que pronunció en Monte Casino el 20 de Septiembre del mismo año.

“Ciertamente -decía el Papa en Monte Casino— una larguísima y jamás interrumpida tradición -esto es, la más larga de todas que puede compararse a la de la Iglesia— ha comprobado la nobleza, la hermosura y fecundidad de la espiritualidad benedictina. Gloriaos de ella, por tanto, con santo afecto, y teniendo en cuenta las necesarias y prudentes acomodaciones introducidas de acuerdo con los cambios de nuestro tiempo, seguid por el camino que marcó vuestro antiguo padre y legislador, y los padres de vuestra tradición… Continuad, de acuerdo con el mensaje de su doctrina, desarrollada por la sana tradición y practicada por vuestro ejemplo fiel; continuad -digo— también hoy y en el futuro, predicando la potencia de la fe, la dulce tarea de la oración cristiana, el ardiente amor a la liturgia, las ventajas de la autoridad y la obediencia, el cultivo de la lectura divina y de todos los estudios sagrados, la dulzura de vuestro canto gregoriano, el entusiasmo diligente en los trabajos intelectuales y manuales, la dignidad del comportamiento exterior en las actitudes, así como en el hábito religioso, la alegría de la vida común y, ante todo, la adquisición sincera de la caridad y la paz”.

Un estudio completo de la espiritualidad benedictina exigiría un análisis de todos estos elementos y valores recordados por el Santo Padre. En estas reflexiones me voy a limitar a algunos aspectos, recordando, en primer lugar la ubicación histórica de San Benito dentro del monacato primitivo, para presentar luego algunos valores de la Regla y de la experiencia monástica benedictina, que pueden ser útiles para la teología de la vida religiosa en general, tales como: la Regla y el Abad; la Sagrada Escritura en la RB y en la vida religiosa; la comunidad; la oración y la contemplación el trabajo. Todos estos elementos podrían estudiarse a la luz de toda la tradición monástica. Pero, tratándose especialmente de San Benito, me voy a referir casi exclusivamente a la enseñanza de la Regla de San Benito, que ha sido, en realidad, la obra que inmortalizó al santo de Nursia. El influjo histórico ejercido a lo largo de 15 siglos por el primer Abad de Monte Casino se debe casi exclusivamente a su famosa Regla, obra maestra de discreción, equilibrio y sabiduría. En ella se refleja, además, la santidad y la altura espiritual de Benito, según lo que dice San Gregorio Magno, en el capítulo 36, del segundo libro de Los Diálogos:

“Si alguien quiere conocer más profundamente su vida y sus costumbres, podrá encontrar en la misma enseñanza de la Regla todas las acciones de su magisterio, porque el santo varón en modo alguno pudo enseñar otra cosa que lo que él mismo vivió”.


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