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San Juan de la Cruz

Rafael María López-Melús

Así era…

Es interesante conocer desde el principio al protagonista de esta historia que hace casi cuatro siglos que partió de este mundo a la eternidad.

Nació en Fontiveros, acogedor pueblo de Avila, en 1542. Sus padres se llamaron Gonzalo de Yepes y Catalina Álvarez. Le habían precedido dos hermanitos: Francisco y Luis.

Sus padres eran muy pobres en bienes de fortuna pero muy ricos en virtudes cristianas. Su padre murió cuando el pequeño Juan contaba casi tres años.

Juan heredó de sus padres lo más valioso que un hijo merece recibir: Cualidades humanas y virtudes cristianas junto con una esmerada educación.

Así nos describieron a este niño, cuando ya era un autén­tico religioso carmelita, los que le trataron de cerca:

—“Fue un hombre de mediano cuerpo, de rostro grave, apacible, muy espiritual y provechoso para los que le oían y comunicaban”.

— “Era el venerable padre de estatura entre mediana y pequeña, bien trabado y proporcionado el cuerpo, aunque flaco por la mucha y rigurosa penitencia que hacía.

El rostro, de color trigueño, algo macilento, más redon­do que largo; calva venerable con un poco de cabello delante.

La frente ancha y espaciosa; los ojos negros con mirar suave; las cejas bien distintas y formadas; nariz igual que ti­raba un poco a aguileña; la boca y labios con todo lo demás del rostro y cuerpo, en debida proporción.
Traía algo crecida la barba, que con el hábito, grosero y corto le hacía venerable y edificativo.

Era todo su aspecto grave, apacible y sobremanera mo­desto, en tanto grado que sola su presencia componía a los que le miraban, y representaba en el semblante una cierta vislumbre de soberanía celestial que movía a venerable y amable juntamente”.


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