Joseph Pearce
PREFACIO
Cuando El Señor de los Anillos de Tolkien fue escogido el «mejor libro del siglo» en una encuesta nacional llevada a cabo a principios de 1997, la respuesta de los críticos no fue de aprobación, sino de oprobio. Tolkien, parecía, seguía siendo tan controvertido e incomprendido como siempre, despertando la misma acogida popular y la misma hostilidad de los críticos que había cosechado en la publicación original del libro, más de cuarenta años antes.
La idea de escribir este libro surgió durante la controversia provocada por el triunfo de Tolkien en la encuesta de Waterstone. Tolkien: hombre y mito es un esfuerzo por entender un hombre, un mito y todo un fenómeno que ha deleitado a millones de lectores y sorprendido y disgustado a varias generaciones de críticos. Constituye un intento de desentrañar el misterio que rodea al más incomprendido de los hombres. Con ese fin, he emprendido una aproximación biográfica que pretende atenerse a la «escala de significación» que el mismo Tolkien atribuyó a los hechos de su vida en una carta escrita poco después de la publicación de El Señor de los Anillos. En esta carta, Tolkien expresaba su desconfianza por muchas biografías modernas:
Objeto la tendencia contemporánea de la crítica a conceder demasiada atención a la vida de los autores y los artistas. Sólo distraen la atención de la obra de un autor (si la obra, de hecho, es digna de atención) y termina, como a menudo se observa, por convertirse en el mayor motivo de interés. Pero sólo el propio ángel de la guardia, o en verdad el Mismo Dios, podría desenredar la relación entre los hechos personales y la obra de un autor. No el mismo autor (aunque sabe más que cualquier investigador) y por cierto no los llamados «psicólogos».
Pero, por supuesto, hay una escala de significación en los hechos de esta clase.
Seguidamente, Tolkien divide los «hechos» de su propia vida en tres categorías: los «insignificantes», los «más significativos» y los «en verdad significativos»:
Hay algunos insignificantes (los particularmente caros al análisis y a los escritores que se refieren a escritores): tales como la embriaguez, pegarle a la mujer y otros desórdenes semejantes. Da la casualidad de que no soy culpable de estos particulares pecados. Pero si lo fuera, no supondría que la obra artística proviene de esas debilidades, sino de otras regiones de mi ser todavía incorruptas. Los «investigadores» modernos me informan que Beethoven estafaba a sus editores y que maltrataba a su sobrino de manera abominable; pero no creo que eso tenga nada que ver con su música.
Además de estos «hechos insignificantes», Tolkien creía que había «hechos más significativos, que tienen alguna relación con la obra de un autor». En esta categoría situaba su vocación académica como filólogo en la Universidad de Oxford. Ésta había influido en su «gusto por las lenguas», que sin duda constituía «un importante ingrediente de El Señor de los Anillos». Sin embargo, incluso esto estaba subordinado a factores de más importancia:
Y hay unos pocos hechos fundamentales que, por secamente que se expresen, son en verdad significativos. Por ejemplo, nací en 1892 y viví mis primeros años en «la Comarca» en una era premecánica. O, lo que es todavía más importante, soy cristiano (lo que puede deducirse de mis historias), y católico apostólico romano por añadidura.
Aceptando la premisa de Tolkien de que el autor «sabe más que cualquier investigador» sobre los hechos importantes de su vida, hemos empleado su propia «escala de significación» como punto de partida para intentar desenmascarar al hombre y desenmarañar el mito. En consecuencia, los hechos que Tolkien consideraba los más significativos en su vida y obra constituyen la base de este libro. Su carrera académica y su «gusto por las lenguas» no han sido discutidos con detenimiento, en parte porque el autor no está cualificado para hacerlo y en parte porque T. A. Shippey y Verlyn Flieger ya han tratado exhaustivamente este aspecto de su vida y creatividad en sus respectivas obras de erudición. En cambio, se ha dado prioridad a la importancia crucial del cristianismo de Tolkien y a la constante influencia de sus primeros años en la «Comarca» premecánica.