Benedicto XVI
Prólogo
«Yo creo». El título mismo de este libro, de cierta incorrección política para un contemporáneo, despierta el interés y parece indicar ya la oportunidad de su publicación.
De hecho, no sólo siguen siendo válidos los motivos que llevaron a su preparación en la Alemania de los años setenta, sino que resultan cada vez más actuales. Sigue siendo urgente expresar en lenguaje actualizado y hacer accesible a todos el contenido de la fe cristiana, y más en una época en que crece rápidamente su desconocimiento y en que múltiples presentaciones, apoyadas en la fuerza de grandes medios de comunicación, distorsionan la imagen de Cristo y de la Iglesia a los ojos del gran público. Y, por otra parte, se hace necesario hoy día justificar incluso el acto del hombre creyente, la rotunda afirmación de la propia persona y de las propias convicciones profundas implicada en las breves palabras «yo creo», tan ajena al quasi-evidente relativismo reinante. En términos del más solemne magisterio reciente, urge llevar a cabo en nuestra sociedad una «nueva evangelización».
A ello puede contribuir esta obra de catorce teólogos alemanes, que intentan acercar al lector al núcleo mismo de la fe. La utilidad de su aportación se fundamenta en aquella prioridad que los contenidos tienen sobre la respuesta del hombre creyente. La confesión de fe es ciertamente personal, pero es hecha posible por el acontecimiento de la revelación del Padre, en la encarnación de su Hijo y en el envío del Espíritu Santo. Por eso, la vida de la fe comienza y recomienza siempre volviendo la mirada a los eventos definitivos que el Símbolo apostólico nos anuncia.
Los autores de este volumen tienen clara conciencia de que, cuando comentan los doce artículos del Credo, no quieren proponer un sistema de ideas filosóficas o religiosas, que formaría parte simplemente de las muchas reflexiones de los hombres sobre el mundo y el misterio divino; sino que intentan mostrar la inteligencia profunda y amorosa con que los hechos de la historia de la salvación iluminan la vida humana.
Para toda reflexión sistemática sobre la fe, en diálogo con el pensamiento moderno, es de la mayor importancia mantener lúcida la conciencia de que el Credo se refiere a acontecimientos reales. La identidad misma del cristianismo pende de la afirmación de la intervención histórica de Dios, con hechos y palabras, destinada a la salvación de la gran obra de la creación y del hombre. Y sólo un acontecimiento novedoso y verdadero puede ser testimonio de la presencia y acción de este Dios misericordioso, y puede generar el cambio profundo que conduce al hombre a confesar con alegría su fe en medio del mundo.
Nuestra época, quizá más que nunca, necesita hechos, que por su facticidad irrebatible dejan atrás la prisión dialéctica del relativismo, interpelando directamente a la persona en su libertad. Salvaguardar la relación de los artículos del Símbolo con los acontecimientos testimoniados por las Escrituras y la tradición apostólica es, por tanto, condición primera para toda presentación de la fe cristiana actualizada y relevante para el hombre contemporáneo -así como científicamente responsable.
La ausencia de excesivas consideraciones técnicas en los textos no proviene de este respeto por la historicidad propia del cristianismo, ni, por supuesto, de una falta de rigor académico por parte de los autores, muchos de ellos teólogos consagrados y alguno, como J. Ratzinger, llamado en la Iglesia al más alto servicio magisterial. El libro recoge intervenciones radiofónicas y, por ello, hechas con un estilo literario propio, que busca la comunicación sencilla con todo oyente y lector.
No se han de temer los posibles límites que deriven de este género literario, pues aún la mejor reflexión teológica, siendo obra humana, siempre los tendrá. Es de agradecer, en cambio, que se ofrezca de nuevo al público de lengua española una contribución seria, que puede ayudar al lector a comprender mejor la fe cristiana y a que brote en él de nuevo la gran pregunta, la gran afirmación personal: «yo creo».
+ Alfonso Carrasco Rouco
Obispo de Lugo